jueves, 22 de abril de 2010

Tarkovski el rebelde




Ya sea pasado, presente o futuro, el mundo de Tarkovski es un mundo en crisis, trabajado por el miedo, la angustia de la catástrofe y de la guerra, la lepra creciente de lo artificial, de lo mecanizado y de lo arbitrario. Mundo después de la bomba, en el que la vida y lo humano no dejan de retroceder ante el absurdo instituido. A partir de Solaris, pero, bien mirado, ya en la infancia de Iván y Andrei Rublev, Tarkovski destaca en sugerir la proximidad de la decadencia, la fragilidad tanto de la humanidad como de la naturaleza, la caída del hombre en el subhombre, de las floraciones a la podredumbre, de la vida creativa a la vida vegetativa. […].

Después de Andrei Rublev, el clima de las películas de Tarkovski pasa a ser el de las convalecencias. Hay dos tipos de convalecencias: aquellas temblorosas, maravilladas, que se asemejan a un nacimiento: esa salud, esa vida, ese mundo, tan cerca de la extinción, son hermosos, aquellas otras, vacilantes, indecisas, en las que el mundo recuperado permanece por algún tiempo incomprensible, extraño, vagamente nauseabundo. Las “convalecencias” de Tarkovski son del segundo tipo. La náusea (en el sentido más rotundo que le concediera Sartre) no anda lejos. Tarkovski la inviste, fundamentalmente, en sus paisajes, naturales o artificiales. La nota dominante, en Stalker, se declina de lo repugnante, lo malsano, lo pervertido, lo detrítico, lo corrompido. […] Por otra parte, el falso blanco y negro que Tarkovski practica sistemáticamente […] obtenido a partir de películas en color, conduce normalmente […] a una imagen repulsiva, harapienta, mugrienta, entre lo mohoso, lo podrido y lo vomitado […]. Recordamos [en El Espejo] la secuencia del error de imprenta, carrera-túnel devorada por la angustia, que culmina, a pesar del alivio –no hay error alguno-, en una ducha, que, para ser relajante, no deja de verter agua sucia en una cabina sucia. Esta descomposición del color contribuye, sobre todo en Stalker, a confundir el orden real de las cosas, lo que son, lo que creemos que son; sienta la base de la alegoría. Asociada al “hiperrealismo” a menudo espléndido del color “verdadero”, introduce el gusano en la manzana, el mal en el bien. El mundo no es hermoso. Es hermoso a pesar de… ”No veo el barro, veo tierra mezclada con agua, el limo del que nacen todas las cosas” afirmaba Tarkovski en la época de Andrei Rublev. Más tarde, el lodo prolifera en sus filmes con mayor frecuencia que el limo y vemos cómo las cosas mueren en él.

Barthélemy Amengual
“Tarkovski le Rebelle”
Positif, nº 247, octubre de 1981

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