lunes, 14 de junio de 2010

Y los sueños, sueños son



Una de las cosas que más me está costando recuperar es las ganas de reír. En serio, puede parecer increíble lo que estoy contando pues siempre estoy con mis tonterías, mis ironías, mis pegos… Cuando chateo suelo escribir jajajajajajajajaja cuando alguien hace una gracia y no es hipocresía, realmente me hace gracia, pero no me río. Utilizo esa onomatopeya por no escribir “sonrisa”, que es lo que en realidad me provoca. La depresión es lo que tiene, y cuando uno ha estado jugando al poker tanto tiempo con Becelbú, es difícil recuperar la carcajada de la noche a la mañana. Pero tengo esperanzas en que esto va a durar poco, pues mañana voy a ver a mi hijo y estoy seguro que me va a dar tal subidón de alegría que me va a importar los problemas una mierda y voy a recuperar la risa perdida.

Hoy os voy a hablar de una anécdota de mi tiempo como actor de teatro, pues durante una temporada éste que aporrea las teclas hizo sus pinitos sobre el escenario. Representábamos una obra infantil de Alonso de Santos que no recuerdo el nombre, pero era una adaptación del cuento de la bella durmiente mezcla ironía y surrealismo. Era una obra para niños y yo representaba el papel de una especie de narrador de palacio. Había una escena en la que bailábamos una danza cortesana y a mi pareja le daba vergüenza bailar conmigo pues le llevaba diez años. Esto carece de importancia si tuviera mi edad actual, pero entonces tenía veinticuatro años y ella catorce. Éramos un grupo teatral muy poco heterogéneo. Al enterarse sus padres entraron en cólera, pues debíamos darnos un beso en los labios al final del baile. El director de la obra era un profesor escolar con cierta tendencia a la pederastia, con casos reconocidos pero no declarados, al que se notaba que disfrutaba con la situación. Yo por aquel entonces no veía maldad alguna en aquel acto, pues consideraba que era parte de la representación y como actores simplemente nos ceñíamos a lo que el texto recitaba. Hoy en día lo considero algo pueril, pero la realidad fue que se censuró la escena y ocurrió el baile solo que yo, como toque humorístico, baile solo. La chiquilla se quedó sin actuar. El papel que representaba, como era menor, simplemente se eliminó. A partir de aquel suceso, ella no volvió a actuar más y era realmente buena. Quién sabe si perdimos a una gran actriz. Por mi parte, representé otra obra, corté relaciones con aquel grupo porque no aguantaba los delirios de grandeza del pederasta profesor, nos reunimos cuatro amigos y fundamos un grupo que se llamaba “Golpea y Huye”. De las magnificencias de aquel grupo hablaré en su momento, pues da para una magna obra.

Hace muchos años que dejé el teatro llevado por los malos consejos de una de tantas femme fatale que ha inundado mi vida. En su día hablaré de ella, pues también da para cinco tomos. De aquella época me queda la nostalgia de los aplausos, el público en pié, los enhorabuenas, las invitaciones, los sueños, los ensayos, las risas y porque no, el cariño y calor que recibías de tus compañeros cuando hacíamos una piña antes de la actuación y nos conjurábamos como si nos fuera la vida en ello, como si aquella fuera la última representación de nuestra vida, como si el mañana no existiera y la humanidad se redujera a nosotros. Va por vosotros, mis queridos bufones.

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