lunes, 26 de julio de 2010

1. Cae la noche



Esta es una historia que trata sobre el polvo. Antes de nada debería hacer un matiz y es que deberíais haceros a la idea de que no existo como narrador, sino más bien soy quien desentraña todos los entresijos de esta fábula. Como habréis comprendido, no soy más que un hijo de puta revienta sueños, y me he marcado destrozar el vuestro. Como en toda historia, debería haber un héroe, pero aquí hay un patán, un segundón que no sabemos cómo se ha colado aquí pero así ha sido, puesto que yo sé el final y sé de sobra que este injustificable está en casi toda la obra. Ah, ya, no os lo había dicho, si, es que me he leído el libro antes y eso es lo que estoy haciendo, contároslo para que no lo compréis. Por eso lo del revienta sueños y bla bla bla bla bla. Resulta que Antonio (ya hay que ser pejiguero para poner ese nombre al protagonista) es un carpintero en paro desde que el país se sumió en una crisis sin paragón debida en gran medida al boom inmobiliario que luego se fue a hacer puñetas dejando a muchos como él, trabajadores indirectos de la construcción en la miserable calle. ¿La fecha?, estamos en verano, un 26 de julio de 2010 y la novia acaba de ponerle los cuernos con otro porque, según ella, dura más que él en la cama, y lo ha dejado por el follador. Yo alego que dura y la tiene más dura que Antonio, pero eso son cosas de Mefisto. Ahora mismo se encuentra en la barra de un bar cualquiera hartándose de cubatas de ron con coca cola intentando así olvidar lo que él llama su miserable vida. Lo que no sabe y yo sé de sobra es que está empeorando la situación, pero eso viene después, no recuerdo en qué página. Hace un par de días fueron a verlo un amigo y un primo segundo suyo que pertenecen a una asociación neocatecomunal intentando que él se agregara a ellos para que con la palabra de Dios se hiciera más fuerte, y ahora mismo entre trago y trago le está dando vueltas a aceptar o no la invitación. En su mundo imaginario cree que a lo mejor encuentra en la palabra de Jesús algún consuelo y, porque no admitirlo, encontrar trabajo en los ministerios del señor.

Mientras en otra parte dos hombres están pensando lo que es el plan perfecto para solucionar sus vidas. Uno se llama Rogelio y el otro Jeremías, y los dos han trabajado toda su vida torneando patas de mesa, y si, lo han adivinado, están en paro. Su plan consiste en secuestrar al hijo de su antiguo jefe que saben de sobra que tiene euros para dar y tomar y pedir un suculento rescate por él que los permita vivir toda la vida que les queda hasta jubilarse sin problemas. Ellos no piden mucho, con pagarse sus copillas de vino y sus ducados tienen de sobra. Los dos tienen más de 55 años, así que les queda menos de 5 años para acogerse a la jubilación. Han ido alquilando todas las películas de secuestros que han podido para no cometer los fallos que en ellas salen. Las han alquilado muy distanciadas en el tiempo para no levantar sospecha, y es que los dos son grandes genios de la maldad ahí donde los veis. Rogelio es una persona que medirá un metro sesenta, noventa kilos llevados sin disimulo pues siempre se compra la ropa dos tallas por debajo de la suya, enseñando un hueco enorme donde se supone que debe estar el ombligo, que sobresale por encima del pantalón que aprieta la cintura pareciendo un balón. Sus piernas sin embargo son esqueléticas a comparación del conjunto, empezando donde debería haber un culo, pero no hay muestras de su existencia. Tiene una calvicie coronada por un montículo de pelo rizado moreno y dos largas extensiones que les sale de los lados. Por detrás, como los tiene descuidados, parece tener un alerón. Jeremías, por su parte, es un hombre larguirucho y delgado, con un enorme cuello jalonado por una extensa nuez. Debe medir el metro noventa y pesar apenas sesenta kilos. Los amigos los conocen como “el quijote y el sancho”.

En otro lugar, está una mujer atacada de los nervios. Cree que todos los hombres son maricones y que se va a quedar soltera vistiendo santos. Lleva contabilizadas trescientas veintidós relaciones y ninguna ha funcionado más allá de los tres días. Sus amigas les dicen que es culpa suya, porque se abre de piernas con mucha facilidad y ocurre dos cosas con los tíos: A) Los hay que huyen corriendo y B) Los hay que aprovechan la situación y si te he visto no me acuerdo. Pero Pepa no quiere ni pensar en eso como una posibilidad. A ella le gusta el sexo y se considera una mujer de hoy en día, moderna y solícita para el sexo. Pepa se quedó mirando al espejo y le gustaba lo que estaba viendo. En él vio reflejada a una chica de treinta y cinco años rubia teñida de un metro sesenta y seis de altura, cuarenta y ocho kilos, buena figura, labios carnales, ojos marrones, cejas quizás algo oscuras para el rubio de su cabello, culo bajo, piernas cortas… Dios, qué horror, que adefesio empezó a verse. Ahora empezaba a darse cuenta por qué los hombres la dejaban a la primera de cambio. Buscó su bolso y entre sus cosas cogió un bote de tranxilium 10, tomo una y se la metió en la boca después de retener un gran charco de saliva para tragársela mejor. Seguía atacada de los nervios, cogió un abanico y empezó a abanicarse con fuerza. De pronto cayó en la cuenta de que se oía un toc toc extraño. Buscó por todas partes, arrimó la oreja en todas las paredes pero el toc toc en vez de desaparecer se hizo más rápido. Cuando miró hacia abajo se dio cuenta que era ella misma dándose con el abanico en las tetas. De pronto lo ocurrido le hizo gracia y empezó a reírse. Entre los nervios, la risa y el toc toc dejamos a Pepa con sus cosas.

Volvemos de nuevo con Antonio. Sigue tomando ron con coca cola. Ya va por el decimo quinto y ha empezado a decirle al camarero que todas las tías son unas putas. El camarero, por su parte le ha dicho que no le va a servir más y que pague la cuenta y se vaya con la borrachera a jorobar a otro sitio. En la mente de Antonio de pronto se va formando un mundo de colores estridentes en el que todo lo que salen son tíos con el torso desnudo. Él se encuentra desfilando por una pasarela y loa hombres no hacen más que manosearlo. Antonio se encuentra bien, a gusto, deja que ellos les toquen. Los más osados les tocan los huevos y la polla y a él esa situación lejos de molestarle le pone cachondo. De pronto pasa a otra sala llena de mujeres también desnudas de torso para arriba pero estas en vez de tocarle se tocan entre ellas. Ahora mismo está confuso pero igual de cachondo. De pronto el camarero da un golpe con las palmas de la mano despertando a Antonio, que resignado, paga y se va dando tumbos.

En casa de Pepa estaba sonando la música de Café Quijano en el salón mientras se oía unos gemidos procedentes de la habitación. Se trataba de Pepa que se encontraba con un fino camisón a la altura del ombligo sujetando con la mano derecha un pepino que se iba introduciendo con un marcado vaivén por el coño mientras con el dedo índice de la mano izquierda se estaba frotando el clítoris. Mientras más ritmo le daba al pepino, más gemía la gatita, y encima le daba tiempo de decir –Sí, Quijanos, los tres, hacerme vuestra- Si es que todo es ponerse…. De pronto sonó el timbre de la entrada y ella pegó un bote de la cama que fue como un rayo a abrir la puerta. Seguramente esperaba a alguien pero cuando abrió la puerta y se encontró a Antonio, su sonrisa se le agrió.
-¿Qué quieres vecino?-Preguntó Pepa.
-Mierda, me he equivocado de casa-logró decir Antonio no sin algún que otro problema.

Al irse Antonio y mientras Pepa iba a cerrar la puerta, este dio media vuelta y le preguntó

-Pepa, ¿Tú eres una tía, no?
-Pero serás gilipollas, ¿A qué viene esa pregunta?
-No, como te veo un pollón todo tieso ahí abajo donde tenemos los hombres la polla… pero será cosa de que estoy borracho, si seguro.

Pepa cerró de un portazo la puerta y miró hacia abajo y, efectivamente, vio como el camisón hacía un montículo en la zona genital como si de una polla empalmada se tratara. Con las prisas se había dejado el pepino metido y no se había dado ni cuenta. ¡Qué vergüenza! ¿Se acordará el vecino al día siguiente de lo que había visto? ¿Olerán las compresas a flores después de usadas? ¿Terminaré este año follando?

Quijote y Sancho ya tenían preparado todo, o sea, nada. Ellos pensaban que el crimen perfecto era aquel que la gente no sospecharan nada, y si seguías haciendo tu vida normal nadie iba a sospechar de ti. Eso lo había aprendido bien Sancho del malo malísimo ese que hubo en Alemania que tuvo retenida a su hija e incluso tuvo relaciones sexuales con ella llegando a tener hasta hijos. Ninguno de los dos se acordaban del nombre del tiparraco, pero recordaban bien que hizo su vida normal y nadie sospechó de él. Así que fijándose en su figura, iban a hacer lo mismo. La idea era ir a la casa del niño y decirle al padre que se lo llevaban al parque. Como nadie iba a sospechar, lo traerían a casa y lo meterían en el baño, que usaban poco, y allí lo tendrían hasta sacar el millón de euros que iban a pedir. El plan estaba súper estudiado, tanto que ese era el plan.

Mientras un matrimonio quiere ir de vacaciones al pueblo. Están llevando todas las cosas al coche y no hacen más que llamar a Jennifer, su hija, que está en el portátil chateando con una amiga. Esto es lo último que le escribió:

Yenni: Sbs? Ayr ice el polvo ruso con el toni me lo foye sin comdom k bueno sta el jodio y k poyon tiene X) bs

El polvo ruso es una nueva ilusión entre la juventud de follar sin condón para jugártela. Si te rajas, te tomas la píldora del día después. Si te la juegas, corres el riesgo de quedarte preñada y luego abortar o seguir adelante, según dicte tu conciencia. Por supuesto, todo esto es ficción.

La madre de Jennifer se había equivocado a la hora de preparar el pantalón del marido. Metió en la maleta el que él quería ponerse y dejo fuera otro que no le apetecía. Eso le mereció una sonada bofetada. Y es que María sabe que sus errores se pagan a base de bofetadas y Arturo sabe que la mejor manera de tener a raya a María es a base de palos. El peque de la casa, Luisín, asiste consternado a cada una de las muestra de cariño del padre a la madre. Y es por esas que jura no ser como su padre cuando sea mayor. Y es por esas también que le da terror admitir que no le atraen las niñas, que quien le atrae es su amigo Esteban.

Acababa de bajar Jennifer tras su chateo cuando el coche ya estaba preparado para partir hacia el pueblo. Arturo tenía unas ganas horribles de volver a reunirse con los amigos de su niñez. María, iba donde le mandaban y los niños simplemente obedecían a un padre autoritario. Empezaban las vacaciones para la familia Gómez.

Se hace de noche en la ciudad. La mayoría de habitantes dan por concluidas sus labores y para unos cuántos es ahora cuando empiezan las suyas. Unos afortunados podrán follar, otros leerán, otros verán la tele, otros llorarán, otros chatearán, otros se enamorarán, otros se desenamorarán, otros morirán, otros nacerán, otros gritarán, otros agonizarán, otros maldecirán, otros reirán, otros santificarán, otros alumbrarán, otros asesinarán, otros hablarán y así el ser humano irá perpetuándose y esta novela irá creciendo.

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