martes, 24 de agosto de 2010

La tienda de souvenirs



Hoy por hoy existen varios frentes blogueros muy interesantes. Existen los que son más felices que una castañuela y no hablan más que de mediocridades e inutilidades varias. Se da la paradoja que esos blogs del mundo de Yuppi son los que más comentarios reciben. No es envidia, Durruti me proteja, es simplemente que no entiendo como una caterva de felicísimos son tan completamente vacios por sesera. Luego están los blogs de escritores, la mayoría con libros publicados. Es encomiable ver como aparte de ganarse las habichuelas con su devenir literario son capaces de entregar sus mundanas chanzas al libre albedrio. Es de agradecer. En otros traducen revistas científicas normalmente en inglés para que nos enteremos los que pasamos de aprender el lenguaje vulgar de Shakespeare de los artículos que firman otros científicos. En esos blogs lo que me apena es que sean foráneos los autores de dichos artículos y no españolitos de a pie. Como siempre, estamos a dos pasos por detrás del vecino. En otros blogs se dedican a criticar ya sea libros o películas o música o cualquier movimiento artístico, incluyo moda aunque para mí personalmente no sea arte, pero estoy dispuesto a debatir esta tesitura con cualquiera que esté en la otra postura. En mi blog musical me llamaron la atención un par de veces con unas críticas musicales. Tenían razón, me encanta la música pero no tengo ni pajolera idea de que es un acorde. Conclusión: Escribo frases surrealistas que no tiene nada que ver con lo expuesto. Así, todos contentos. Así que como ya he desglosado la blogosfera está llena de blogs de todo tipo y contenidos. Unos son soberanamente imbéciles, como el que más puntos tiene en el certamen del blog en 20 minutos, y otros la verdad es que son muy curiosos. El mío, ni chicha ni limoná, la verdad. En serio, no son más que elucubraciones que van saliendo de mi linda cabecita y no tengo ni zorra idea como puede interesar a alguien. Quiero ser consecuente con que mi línea editorial es difícil de seguir. Muchos me tacharán de pedantes y otros de no saber que escribo. A mí, realmente, me la trae floja. Soy como el gobierno. Improviso sobre la marcha. Que ahora tengo ganas de tocar los cojones a los parados, pues se los toco. Que ahora tengo ganas de tocar los cojones a los funcionarios, pues se los toco, pues yo lo mismo, pero en plan bloguero.

El sábado subí al santuario de la virgencita de Araceli y me llamó la atención que en la tienda de souvenirs estuviera plagada de carteles y pegatinas contra el aborto. Hubo uno que me llamó especialmente la atención. En un fondo neutro y a grandes letras, ponía que para abortar antes debes estar viva. Bueno, la verdad es que ironía tiene por un tubo, pero más de una lectura también, y puede llevar a confusión si se quiere. Para una mente simple y sin recursos, debe de significar una solemne mierda. Para un nivel bachillerato, ya ha de captar la ironía, y para mi nivel, que quiere que le diga, no solo se ha de estar viva, sino que ser consecuente con lo que hace. No asesinas a una vida si esa vida no ha desarrollado por completo sus funciones ni facciones. No somos más que un conjunto de células en estado embrionario empezando a formarse. De ahí a que eso suponga vida, va un sendero tan ancho como el Guadalquivir a su paso por Sevilla. ¿Y quien garantiza luego la vida del niño? ¿La santa madre Iglesia? Yo he conocido a pendones que han dejado a sus hijos solos en casa mientras estaban en el bar con su novio de turno. Yo conozco un matrimonio que está todo el día en el bar y a su hija de 9 años le prepara de comer su hermano de 15. Yo conozco hijos retirados por la junta de Andalucía porque la madre tenía un problema de furor uterino y tenía que buscar una polla que penetrara su coño como desesperada. A mí me van a venir los mundo de Yuppi con sus atribuladas vidas de calzados anfibios mientras la gente no tiene para permitirse un mendrugo de pan cada día. Yo, mientras viva, estaré del lado del desamparado, no porque sea mi sitio, sino porque me siento más a gusto con ellos que con falsos pretendientes del lujo boato de la noche cristalina absorbida bajo burbujas achampañadas. Siempre he sido un perdedor y seguiré siéndolo, no porque bese las suelas de quienes me pisotean, sino porque doy en donde más duele a los déspotas de brillo naif, aquellos que siempre quieren ser y no son más que hoyuelos en el suelo.

Curiosamente, dentro de la tienda de souvenirs había una pantalla de ordenador con un salvapantallas con la imagen de un dictador surafricano con un lema que rezaba: Si quieres tener a tu pueblo obediente has de tenerlo atemorizado. Me hizo mucha gracia los contrastes entre supuesta fe y despotismo dictatorial. Entre cuadros de las virgen, de Chus, posters de preñadas pro vida, una foto de un bebé al lado de un lince comparándolo como especie en extinción (?), olor a velas derretidas, cantos gregorianos a un volumen apenas audible y el salvapantallas del gordo dictador negro me iba preguntando si en ese reducido espacio se daba tanta hipocresía, ¿Qué se podía esperar de todo el mundo? Y os juro que en ese momento temblé solo de pensarlo.

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