viernes, 10 de diciembre de 2010

Es tiempo de crear



Por ser tú mi calamidad soy consciente de ser pleno
cociente en amor tan inmenso que sentí por ti,
pero las cámaras del ruego han durado los ciclos
del misterio por abandonados miedos que dejaste
ante la puerta de plata. Ya me sentí abrumado
y herido ante la bala que disparó tu honor por no ser
desposada. Los silencios de los días que han pasado me
volvieron cauto y responsable en la medida de nuestra despedida.

Ahora mi soledad es plena y pleno es el vacío que en
mi interior declama ser lleno. Las vicisitudes y las
circunstancias, pleno en carambola por ser sinónimas
las dos, me están arraigando en huraño y despectivo
con el trato humano. Me estoy convirtiendo en alguien
a quien le gusta la quietud pero necesita la virtud de ser amado,
correspondiendo de buen grado a quien su corazón me done pues mi
noción del amor es amar con todas mis fuerzas al ser reclamado.

Pero no es tiempo de ponerse triste por cuestiones
etéreas ya que lo eterno me amarga y mi depresión
me embarga y a estas alturas doy por hecho que nadie
va a querer estar con un enfermo. Viviré mis días con
cierta nostalgia y viajaré a lugares donde los libros me
trasladen; a esos mundos donde el privilegio de estar
sólo te implique el vicio de imaginar. A nadie quiero
infundir pena y tan plena es mi mente que esto os va a contar:

Hubo un tiempo en el que el pasado era futuro y el
futuro, pasado. Siendo el presente consciente de su negación
por ser impar la cuestión, se vió en la necesidad de desaparecer
dado su desuso. Al desaparecer éste, se vio el pasado
en un aprieto por ser algo que no era consciente. Se
vio apagado por las luces de su propia elucubración. El futuro,
al no haber pasado, por eliminación hubo de perecer en
singular revés. Hubo un tiempo en el que no existía ni el
pasado, ni el presente, ni el futuro. La gente ante tal
caos sólo pudo interpretar como bueno un plan de creación
espacial. Debían crear el espacio, pues sin él, carecían
de presagio. Vieron como buenos tres tiempos y decidieron
que lo pasado era pasado, lo presente, presente y lo por llegar
evidentemente futuro se debería llamar. Así se hizo y así se
confirmó que ajustando las cosas a su denominación,
funcionaban por sí solas.

Antonio Jiménez

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