lunes, 13 de diciembre de 2010

Pequeños trozos de mi alma


Sin embargo la quietud estaba calma;
era rara esa sensación,
lo habitual sería
desvirtuar el colmo.
Quisiste aventurar un impreciso;
fuiste sensata con mi ombligo;
pero las raíces soltaron su jugo;
era realismo lo silbado por ellas.
Una ratonera en juicio de vicio,
dos leoneras en tripa de tulipa,
tres cachorros en verso converso,
cuatro cobardes en santo aposento.
Dime, ¿me quieres?
¿Crees que el amor es una virtud?
Sé que es una jodida laxitud.
Entonces, ¿para qué sentirnos aislados?
Y el viento arruinó el sendero,
y el sendero avivó la marcha,
y la marcha cambió mi estado,
así hasta rozar la perfección del castrado.
Dime, ¿me sientes?
¿Crees que es sensato preguntar eso ahora?
Sé que necesito oírlo de tus labios.
No, y por cierto, la tienes flácida.
Encadenar la gloria a costa de la honra
es como prender llamas en mitad del mar.

Antonio Jiménez

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