jueves, 20 de enero de 2011

Depresión



Cuando tu aliento desate mi ira,
sé consciente de haber eliminado en mi
cariz toda entrante de buena estirpe,
pues declamo como maldición tu llamada
a esta lúgubre cárcel hundida en la hiel
que tanto disfrutas a diario. Sabes muy
bien tratar mi destino con solitario desdén
y abres mi mente como si fuera  sirviente
de tu jauría de locos palmeros bailando
la jota de la torpe coja; pero desde
mi lado en esta historia tan corta como
es la gloria de un suspiro declamo ante
tus ojos el delirio de saberte corrompida
por verdades ignoradas y mentiras sabidas,
por deidades creadas y demonios vertidos,
por monstruos infundados y Cristos desnudos;
si, por esas labores que saben a derrota
pero suenan a vencido manejo el cruel destino
que martillea mis sienes hasta ahogar
mi delirio, ya que me creaste a partir de
tu bufido enseñando al mundo a creer
en mi miseria a partir de la cruenta maniobra
instalada entre tus augurios. Me matas
con tu deshonra y tú deshojas la margarita
que nació entre los ripios de mi memoria,
pues eres la maldita depresión que asola mi vida,
pues eres la maldita enfermedad que exprime mi dicha.

Antonio Jiménez

No hay comentarios:

Publicar un comentario