lunes, 24 de enero de 2011

El ajustamiento


Sintiendo el estrangulado aliento de la
muerte a mi lado, creo es hora de tomar
cuentas de un tiempo ya lejano pero cercano
en la memoria, pues es cierto que en los seniles
recovecos mentales lo antiguo es más próximo
que lo reciente; por eso recuerdo como si fuera
ayer el triste día que ahora os voy a rememorar.

Era una fría mañana de enero, un 5 marcado
en el calendario, víspera de reyes más concretamente,
cuando la lisonja de unos acontecimientos
que me harán arder en el infierno hicieron
de mí, entonces solícito caballero, un fiero
asesino sin cuentas ni auxilio por ahogar mi delirio.

Conocí ese día a una fulana muy presta al servicio
solícito de compañía para taciturnos sin rumbo
fijo, y era entonces un juego de niños, una apuesta
sin rémora, una tontería de babelia incurrir
en sus asuntos por ganar una apuesta para
convencer a los amigos de, además de compañía,
buena tanda de polvos le metía a la ramera.

Y en esas me encontraba, presto a la zalamería
para capturarla con mi puñal carnívoro cuando
me rechazó por completo y preso de los nervios
buen bofetón le di, pareciéndome poco, asiéndola
del cuello y soltándoselo a su postrero bufido. Salí
corriendo y no me dieron preso, pero Satanás me mira
desde el infierno hoy que mi dicha es morir en lamento.

Antonio Jiménez

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