martes, 11 de enero de 2011

Otoño



Ahora que el otoño por fin acabó sus días
de triste estampa, reluce en mi la
silueta de la gracia arrancada por los
avatares e inclemencias del paso estacional
que tanto declama en mi espíritu por
tomar mi sed fortuita y sentirse espaciado
a la cosecha de los frutos que no hilacho.

Son tiempos cobardes los que vivo pero
me siento compadre de la quietud por haberte
conocido. Sé que a pares los impares restos
de lo desconocido causa dolor aun a reconocer
presa consecuente por destreza de conocer, pero
los fortuitos cambios que se aprecian en tu rubor
no son producto de mi labia, son caldo de tu virtud.

Aprecio los modales de prestos mortales que
derivan las raspas de la doble moral a
calladas nubes pobladas de hadas. A pesar
de mi silencio en otros tiempos, ahora reclamo
receta de tu deseo incontrolado, pues la muestra
del ardor que presta nombre a mi cordura se
pierde en la licenciatura de los bordes estilistas
que rompen a llorar por equivocar su destino.

Prestaste atención a aquella canción que sonaba
en el viejo baúl de la indiferencia, pero
tus lágrimas se vertieron reclamando ser
boca de miel unos labios que deseaban ser besados.

Antonio Jiménez

1 comentario:

  1. Precioso, pero me entristece. A veces me siento así, encerrada en un baúl, donde lo que me rodea se va poniendo viejo porque nadie lo usa y en ese baúl escondo muchas cosas de mí que no enseño a nadie, por desgracia, en mi baúl, hay de todo, menos indiferencia. Besos.

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