lunes, 10 de enero de 2011

Un sueño


Soy una chica y estoy en el andén de una estación cualquiera esperando no se qué o quién, cuando de pronto un guapo chico con rasgos orientales me propuso ser idónea para su pareja de billar americano, juego del que él era campeón mundial. Al decir eso, me sonó su cara, pero tal como me agarro del brazo para decirme esa frase, tal como desapareció escaleras arriba mezclado entre el gentío. Me dispuse a seguirlo a una sala de juegos que desconocía su situación, pero a la que mis piernas me llevaban como movidas por la costumbre. En la sala de pasajeros me encontré con un escritor famoso, autor de una serie de libros conspirativos sobre este jugador. Estaba leyendo uno de sus libros, levantó su mirada e hizo como si me conociera. Yo le dirigí un frugal saludo.

Salí de la estación y me dirigí al salón de juegos, donde en vez de mesas de billar lo que habían eran piscinas, y en cada una de ellas dos personas esperando sus parejas mientras un corrillo de personas estaban en el agua jugando a cualquier juego. Al menos recorrí veinte piscinas a la velocidad del rayo. Mis piernas no se movían, o al menos no tengo constancia de ello. Mas bien parecía como si fuera subido encima de una cinta transportadora.

Al fin vi al chico asiático. Me estaba esperando. En la piscina estaba lo que reconocí como su familia danzando un baile ritual, como en trance, sin verse los unos a los otros, como si lo que vieran fuera el interior de sus almas. Asió mi mano derecha y me dijo que al principio, el baile se debía ejecutar fuera de la piscina. Así empezamos y pasado un rato, cuando más miraba a aquellas personas y menos me parecían que me miraban, empezaron a elevarse mis pies y empecé a flotar, cada vez más alto, hasta que ya no podía darme la mano mi acompañante. Entonces me pidió que le lanzara uno de los extremos del cinturón de mi albornoz. Cuando me miré, eso es lo que llevaba puesto, un albornoz. Eso hice y por ahí impidió que saliera volando del recinto.

Al rato sale su padre del agua llamado por una suerte de mayordomo para firmar unos papeles. Al principio no repara en mi presencia, pero desde que ha salido ese hombre del agua, empieza mi descenso hacia la superficie. Cuando ya están mis pies cerca de pisar suelo, se fija en mi y me da la bienvenida. Llama a su esposa que sale del agua y viene a saludarme. Ahora estoy sentada en el suelo, con las rodillas de medio lado y cara de asustada. La madre me da la bienvenida a la familia y me regala un bolígrafo precioso de color rojo. Desde el mismo momento que lo tomo entre mis manos, no paro de tocarlo. Cuando alzo otra vez la vista, estoy completamente rodeada de mujeres. La piscina se ha vaciado. El baile era en honor nuestro. Me vi en la obligación de contar como nos habíamos conocido, y una prima de él rabiaba de la ira porque según ella le correspondía ser su esposa.

Cuando pasa la escena veo a mi prometido totalmente ebrio diciendo que soy la chica de sus sueños y que vamos a la suite del hotel a celebrar nuestro casamiento.

Entonces despierto, compungido y si soy realista con la insatisfacción que me daba el sueño a saber cómo iba a ser mi noche de bodas. Y qué carajo, así descubría también si los asiáticos tienen la pirula tan pequeña como la fama que les precede.

Antonio Jiménez

1 comentario:

  1. jajajajjaaj :))) Bueno, siempre te queda la opción de hacer tus sueños, realidad. Eso nadie puede impedírtelo si tienes tanta...curiosidad :))) Besos, soñador.

    ResponderEliminar