viernes, 18 de mayo de 2012

El notario




En injusta vida no he visto nunca
tan flagrante dicha que la del notario
de Fuentevivas, pues el desacato se enquilosó
en su fortuna y la desdicha se convirtió
en su legado, pues a pesar de ser hombre
de bien, por estar en mal lugar lo ahorcaron.

Cuentan los lugareños que siempre acudía
solícito a cualquier disputa que por irresuelta
se hallara; y su buen dictamen aplicaba para
que no se fraguara la guerra entre la familia
del finado, que esa es otra, muerto y vilipendiado.

Pero la cuestión que nos ocupa es otra y no esta,
pues está de sobra admitido que bien tímido
era el notario y con dama alguna se le veía,
pues de cualquier modo debería despacharse sus
gozos, ya que de obra a mano cuesta admitir
que con los años se hubiera acostumbrado.

Es por ello que la noche de los actos se encontraba
en lupanar con la prostituta del lunar en la carrillada
cuando los gritos de angustia de alguna habitación
llegaban, saliendo todas las putas al unísono
para intentar defender a la improvisada soprano,
cuando el notario, desnudo cual Adán, se adentró
en habitación ajena viendo el cuerpo de la meretriz
acuchillado en su matriz, cayéndole todas las culpas
a hombre tan servil.

Antonio Jiménez

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